lunes, 25 de septiembre de 2017

Es porque te sé hermana que puedo llamarte extranjera.

  "Como mujer no tengo patria.
 Como mujer, no quiero patria.
Como mujer,
mi patria es el mundo entero"
 Virginia Woolf


Leer poesía para descubrir la patria interior. Leer poesía para regresar a la patria interior. Leer poesía porque hacen falta otras patrias. 
Poemas patria en los que tenderse y evadirse del ruido.
Como los de estas cuatro poetas catalanas.
¿A cuáles nos recomiendas tú?

“Hablan las mujeres,
su poesía
tierna y fuerte
Muy pocos se detienen
a escuchar estas voces,
que,
trasegadas,
un nuevo lenguaje dicen
nacido en el principio de los tiempos”

(poema original en castellano)
Montserrat Abelló i Soler
(Tarragona, 1918- Barcelona, 2014)
Poeta y  traductora.
Estudió Filología y Pedagogía en la Universidad de Barcelona. Con
el estallido de la Guerra Civil conoce el exilio, primero en Francia y luego en
Chile; en ambos países se implica en la ayuda a las personas refugiadas de las
guerras europeas. En 1960 regresa a España, donde desarrolla una importante
labor como traductora. Así, traduce al catalán a autoras como Adrienne Rich o
Sylvia Plath, poeta que influye enormemente en su obra. También traduce al
inglés la obra de poetas como Olga Xirinacs, Mercè Rododera o Maria
Àngels Anglada. En 1998 se le concede la Cruz de San Jordi de la Generalitat de
Catalunya por esta labor como traductora. En 2008 recibe el Premio de Honor de las Letras Catalanas. De su obra poética destacan Dins l'esfera del temps (1998), Memòria de tu i de mi (2006) o El fred íntim del silenci (2009)

“Qui ho ha dit que haig de comprendre
les coses, diu el poeta.
Les coses passen perquè passen,
i l’amor també, igual que elles.
Per què esbrinar principi i fi?
Cal resseguir sens treva algun camí,
no ens podem aturar al mig d’un bosc
i que vingui la nit a acompanyarnos.
La lluna volta, minva, creix
i es fa rodona.
L’estiu que mor prepara un altre estiu.
El tren que marxa nord enllà
retorna sempre al punt de partença.
Neixen les flors i l’endemà fin
eixen,
tornen a néixer perquè és bo que els cicles s’acompleixin.
I és bo que res sigui sempre igual
però que torni allò que és bo.
Jo em reconec en el bé i en el mal,
perquè tothom és així: igual, divers; astut, ingenu;
covard, ardit; petit i gran; savi,
ignorant;
tendre i esquerp; bo i dolent.
Jo em reconec en cada petja humana”



Quién me obliga a entender

las cosas, dice el poeta.

Las cosas pasan porque pasan

y el amor, como ellas, también.

¿Por qué indagar principio y fin?

Hay que seguir sin demora

algún camino

y no pararse allá donde la noche

viene a acompañarnos en el bosque.

La luna crece, gira, decrece

y redondea.

El verano, al morir, prepara otro verano.

El tren que desaparece por el norte

siempre regresa al punto de partida.

Nacen las flores y

al día siguiente mueren.

Y renacen porque es bueno que se cumplan los ciclos.

Y es bueno que nada sea igual a nada,

sino que vuelva lo que es bueno.

Yo me reconozco en el bien y en el mal,

que todos somos lo mismo: igual, diverso; astuto, ingenuo;

cobarde, bravo; grande, pequeño; sabio, ignorante;

áspero, tierno; bueno y malo.

Yo me reconozco en cada huella humana”


Quima Jaume
(Cadaqués, 1934- Cadaqués, 1993). Poeta y ensayista. Su primer poemario El temps passa a Cadaqués (1986) recibe una gran acogida, consolidada con la publicación de “Pels camins remorosos de la mar” (1989), por el que gana el Premio Carles Riba de Poesía.
Su prematura muerte le impidió ver publicada su poesía completa, que incluía su trabajo
Del temps i dels somnis
(1993)

“Vita interrumpió
sus versiones de Rilke.
El teléfono era Moabit 3794,
y Friedrichistrasse la estación de llegada.
En la Funkturm, una tarde,
en escapada breve y solitaria,
Vita
le dio a entender
la duración escasa de las pasiones humanas.
La conversación, bastante animada,
el pulso anímico de subido voltaje,
consiguieron silenciar
la letal marea humana.
(Las bombas futuras
no enturbiaron en absoluto la tarde.)
24 Brücken Allee,
una dirección,
hoy compañera de los fantasmas
de antiguas embajadas:
la ciudad no había sido bombardeada.
Virginia regresó a Londres
al cabo de una semana, enferma.
Vita empezó a creer que
Leidenschaft era una palabra
de formación muy extraña.
De hecho,
ninguna de las dos
presintió
la retórica del desastre”.
(poema original en castellano)

Marta Pessarrodona
(Tarrassa, 1941-).
Poeta, traductora, ensayista y crítica
literaria. Destaca su labor como traductora de autoras como Marguerite Duras,
Simone de Beauvoir, Susan Sontag o Doris Lessing. Como poeta, destaca su Antología 1969-2007 (2007) y su reciente Animals i plantes (2010). Es asimismo muy notable su trabajo
como ensayista y sus investigaciones sobre Virginia  Woolf, Mercè Rodoreda, Federica Montseny o Caterina Albert. Su obra más reciente indaga en el exilio de las mujeres intelectuales catalanas, que toma forma en su libro L’exili violeta (2011), obra por la que recibe el Premi Nacional de Literatura (2011).

“Vençudes, no. Desposseïdes
de  l’arrel, o bé closes
sense camí, clavades cos endins.
De la mirada viva que recorda
arrencades, en un segrest de sal,
rígida camisa de força,
dolor fòssil
o sotmeses a llei d’estrangeria
arreu.
Morir: potser només
perdre forma i contorns
desferse, ser
xuclada endins
de l’úter viu,
matriu de déu
mare: desnéixer”

Vencidas, no. Desposeídas

de la raíz, o bien cerradas

sin camino, clavadas cuerpo adentro.

De la mirada viva que recuerda,

en un secuestro de sal arrancadas

rígida camisa de fuerza,

dolor

fósil o

sometidas a ley de extranjería

sin interrupción.

Morir, quizá tan sólo

perder forma y contornos

deshacerse, ser

succionada hacia adentro

del útero vivo,

matriz de dios

madre: desnacer


“És perquè et sé germana que puc dir-te estrangera.
Sense treva esbossada, sense treva abolida
Aquesta guerra que m´uneix a tu
en un pacte de sang inestroncable
És porquè et sé estrangera que puc dir-te germana”

Es porque te sé hermana que puedo llamarte extranjera.

Sin tregua esbozada, sin tregua abolida

Esta guerra me une a ti

En un pacto de sangre irrestañable.

Es porque te sé extranjera que puedo llamarte hermana.”

(en Con hilos de olvido/Amb fils dóblit” de Sabina editorial, 2016.)

Maria Mercé Marçal (Ivars d’Urgell, 1952- Barcelona, 1998).
Poeta y traductora. Fue una mujer comprometida con el activismo feminista y la política
de izquierda y catalanista, algo que queda reflejado en sus famosos versos: “ Al azar agradezco tres dones: haber nacido mujer,/ de clase baja y nación oprimida./Y el trébol azur de ser tres veces rebelde”.
Su primer poemario, Cau de Llunes, recibe el Premio Carles Riba de poesía (1976). Después seguirían libros como La germana, l'estrangera 1981-1984 (1985) o Raó del cos (2000).
En su poesía ocupan un espacio central la identidad femenina, la maternidad o el amor
lésbico. En su labor como traductora abordó la obra de autoras como Marguerite Yourcenar, Anna Ajmátova o Marina Tsvetáieva.



*Los poemas de Maria Mercè Marçal y de Quima Jaume, con sus respectivas
traducciones, han sido tomados de  http://www.poemariodemujeres.com (un proyecto de Ciudad de Mujeres).

viernes, 22 de septiembre de 2017

Me parto contigo

El MiÉrcoLes 27 presentamos el libro
"Las humoristas" editado por Isabel Franc.
Un "ensayo poco serio sobre mujeres y humor" .
<<Las mujeres han usado el humor como estrategia subversiva, una forma de protestar contra los estereotipos, las normas de comportamiento, los códigos sociales, los mandatos patriarcales; una forma también de desmitificar y romper con tabúes y roles de género, una manera de cuestionar, transgredir y desafiar el mal llamado orden patriarcal, porque, en realidad, ¡menudo desorden han montado!>>
Tenemos intención de reirnos mucho, que estamos necesitándolo ;)
Pasad buen finde, y buenas lecturas (siempre)

lunes, 18 de septiembre de 2017

Lunes de poesía, Lunes de alegría



 
( imagen de Katerina Plotnikova)



“creo que cada persona en el mundo
tiene un poema.
que es su alma gemela”

nejma (2014)
nayyirah waheed

En Mujeres y Compañía creemos que cada persona en el mundo tiene muchos poemas que son su alma gemela. Por eso queremos que los lunes sean los momentos en los que puedas conocer las tuyas.

Leer poesía y, sobre todo, leer poesía escrita por mujeres, es un acto de resistencia contra el patriarcado. Como nos han enseñado autoras como Audre Lorde, Adrienne Rich o Sonia Sánchez, leemos y escribimos poesía porque nos ayuda a articular un relato propio en un mundo que interpela nuestras vidas y nuestros cuerpos de manera diferencial. En la poesía feminista se debate sobre la violencia sexual, la lucha contra el silenciamiento, las relaciones entre mujeres, el papel del cuerpo como espacio político, las fórmulas de resistencia frente a las distintas opresiones. La poesía es un espacio para la belleza y la reflexión, y como tal, para la revolución. Parte de esa revolución es la creación de genealogía, tender hilos hacia las poetas pasadas o coetáneas que nos asombran con su lucidez, nos deleitan con su palabra y nos alientan en las luchas cotidianas. Christina Rossetti, Rosalía de Castro, Anne Sexton, Alejandra Pizarnik, Ana Ajmatova, Amalia Bautista o Rupi Kaur tienen mucho que decir sobre el cuerpo, la maternidad, la voz, la mirada y la respuesta frente a la opresión.

O Francisca Aguirre (Alicante, 1930- ), una poeta largamente invisibilizada como integrante de la Generación del 50 y como una de las voces poéticas más importantes de la segunda mitad del siglo XX en España. Su primer libro, Ítaca (1972), fue distinguido con el Premio Leopoldo Panero; Nanas para dormir desperdicios (2007), con el Premio Alfons el Magnànim; sería Historia de una anatomía (2010) el que le valdría el Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández y el Nacional de Poesía (2011). Son también obras suyas fundamentales Los trescientos escalones (1977), Pavana del desasosiego (1996) y La herida absurda (2006).

En su poesía, Francisca Aguirre se cuenta desde la memoria y desde la emoción (“soy pájaro/ mis vuelos son/ dentro de mi”). Y poniendo voz a su historia personal recrea la historia colectiva de la guerra y la posguerra española: el encarcelamiento y asesinato de su padre, el deseo de huida, el hambre, las evasiones cotidianas, la lectura como sustento. La poesía de Aguirre no teme al dolor del recuerdo, le teme a no poner voz a la memoria (“había poca luz/ pero mucho silencio”). En sus versos se reivindica el poder de la poesía para pensar otros mundos posibles, para construir nuevas utopías, para transformar las realidades que hieren o han herido. La palabra como estrategia emancipadora, la voz como necesidad de supervivencia. Por eso, le da voz a Penélope en Ítaca, porque quiere conocer el tejido de su memoria y de sus necesidades. Le da voz a su madre en Los trescientos escalones y en La herida abierta para iluminar su historia de miedo y resistencia. La palabra y las relaciones humanas son la fuente de esperanza. Porque la poesía de Aguirre no es pesimista, pero asume que el optimismo requiere de una gran carga de valentía: romper el silencio, hacerte visible; reivindicar la memoria, no para conocer el pasado, sino para hacer vivible el presente.


( imagen de Katerina Plotnikova)
  
El último mohicano

No tuve nada, y sin embargo, de algún modo,
comprendo que lo tuve todo
no teníamos nada, nada, salvo el miedo, el dolor,
el estupor que produce la muerte.

Cuando mataron a mi padre, nos quedamos en esa zona
de vacío que va de la vida a la muerte
dentro de esa burbuja última que lanzan los ahogados,
como si todo el aire del mundo se hubiese agotado de pronto,
ahí nos quedamos, como peces en una pecera sin agua,
como los atónitos visitantes de un planeta vacío.

Nada teníamos, aunque también es cierto que ya nada queríamos.
Recuerdo bien que a mi hermana Susi y a mí
nos dieron la noticia en el cuarto de aseo de aquel colegio
para hijas de presos políticos.

Había un espejo enorme y yo vi la palabra muerte
crecer dentro de aquel espejo hasta salir de él y alojarse
en los ojos de mi hermana
como un vapor letal y pestilente.
Nada ha logrado hacerme olvidar aquellos ojos
salvo algunas horas de amor en que Félix y yo éramos
dos huérfanos, y el rostro milagroso de mi hija.
Y nada más tuvimos durante mucho tiempo
pero mamá tuvo menos que nadie,
mamá quedó como un espejo sin azogue,
lo perdió todo, salvo un hilo delgado que la unía a nosotras.
Y por aquel inconcebible puente, como tres hormiguitas, íbamos y
veníamos a su estatua de vidrio restituyéndole el azogue.
Volvió a nosotras desde el país del hielo.
Y volvió tan absolutamente, que gracias a ella, nosotras,
que nada teníamos, lo tuvimos todo.
Mamá fue nuestro esparzo nuestro guerrero del antifaz, el país de las hadas, la abundancia dentro de la miseria,
nuestro mejor amigo, nuestro escudo contra los moros,
la enamorada de las bellas artes
la que hizo posible que papá no muriera,
la que lo fue resucitando en cada uno de sus cuadros.
Mamá fue quien nos dijo que mi padre admiraba a los griegos,
que adoraba los libros, que no podía vivir sin la música,
y que fue amigo de Unamuno.

Cierto que no tuvimos nada.
Que muchas veces nos faltaba todo
Pero aunque algunos días no comimos,
tuvimos una radio para oír a Beethoven.
Y un día de reyes de 1944 mamá y los tíos fueron al Rastro.
Nos compraron tres libros: La cuesta encantada, Nómadas del norte y El último mohicano.
Dios sabe cuántas veces habré leído esos libros.
Mamá nos trajo El último mohicano. Y de la mano de ese
indio solitario entramos en el mundo de lo maravilloso.
Y lo tuvimos todo para siempre.
Y ya nadie podrá quitárnoslo.

En Los trescientos escalones (1977)
 Reeditado por Bartleby Editores en 2012