Decía Audre Lorde que somos poderosas porque hemos sobrevivido: “y de
eso se trata todo: supervivencia y crecimiento”. De ahí nace nuestro
poder. Y añadía que al igual que hemos aprendido a trabajar aun estando
cansadas, al mismo tiempo, aun estando cansadas, hemos aprendido a
articular nuestro dolor y a redescubrir nuestro poder. Estos días las
calles se han llenado para apoyar a la mujer que fue violada en los
Sanfermines de 2016. Estamos cansadas, llenas de ira y dolor, pero
conocemos nuestro poder. El poder de unirnos. El poder de haber
sobrevivido. El poder de saber articular nuestro dolor. Como dice Edith
Södergran: “es el poder, para el que no existe abismo, lo que tenéis
ante vosotros”.
Instinto
Mi cuerpo es un misterio.
Mientras esta cosa frágil viva
habréis de conocer su poder.
Habré de salvar el mundo.
Por eso la sangre de Eros corre por mis labios
y el oro de Eros, por mis rizos cansados.
Me basta con mirar
cansada o desganada: la tierra es mía.
Cuando cansada me tumbo en la cama
lo sé: en esta mano agotada se encuentra el destino del mundo.
Es el poder lo que tiembla en mi zapato,
es el poder lo que mueve los pliegues de mi vestido,
es el poder, para el que no existe abismo, lo que tenéis ante vosotros.
Campos de fuerza
Tengo fuerzas. No temo a nada.
La luz es para mi el cielo.
Si el mundo se hunde
yo no.
Mis claros horizontes se alzan
sobre la borrascosa noche de la Tierra.
¡Salid del campo de fuego enigmático!
Inflexible espera mi fuerza.
Estos dos poemas están extraídos del libro Encontraste un alma, de Edith Södergran, editado este año en Nórdica.
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